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miércoles, 23 de febrero de 2011

Muy Señor mío: (José Madrid)

Tras muchísimas noches de insomnio hoy me he decidido a escribirle esta carta. Aún sabiendo que no llegará a su domicilio confío en que la leerá.
No sé bien por qué lo hago, ya que entiendo que estas mis plegarias son reiteradas para Usted. Quizás por ello, y por todas las molestias que le ocasiono cada noche al acostarme, he aquí mis más sinceras disculpas.
Francamente comentarle que muy al fondo de mi corazón siento escalofríos. Escalofríos que me produce el miedo al dirigirme a su persona y que poco a poco voy superando con la confianza que me otorga desde su residencia, sin número.
Como sabe, solas son mis referencias varios comentarios que sobre Usted escuché, y por de ella su rostro al recordarle, pienso debe ser una bella persona. Sólo es, si me lo permite, una única opinión sobre Usted a quién me gustaría haber conocido, pues su recuerdo en mí... se cierne a cierta fotografía que con orgullo y por nunca olvidada luce en el salón de su casa.
Sinceramente, pues no le puedo mentir, sólo le tengo un inmenso cariño y un mayor afecto por ser quien es. Es fácil tenérselo, ya le digo, al ver en ella sentimientos que empañan sus ojos en forma de lágrimas sin más que nombrarle.
Como le digo no le puedo mentir, pero tampoco decirle nada. Usted sabe de mi actitud y de mis sentimientos para con ella incluso más que yo mismo. Y me equivoco, aunque no más lejos mi intención de dañarla ni por supuesto ocupar su lugar. Simplemente la quiero, la amo, y por ello y aquí otra vez más mi ruego. Ayúdeme a comprender y a seguir aguantando. No entiendo...
Ya ve. Me encomiendo a Usted con la única certeza de que más que yo la quiere Usted. Y por ello hoy vuelve aclamar mi plegaria a su cielo.
Y llegará. Llegará ese día en que pueda tenerte junto a mí sin reparos.
Ese día en que juntos podamos disfrutar de la vida en compañía de nosotros mismos sin remilgos. Tiene que llegar y no porque yo lo quiera, sino porque poquito a poquito lo voy viendo acercarse a mí. ¡Dios mío!, como lo anhelo. Con qué afán ansío ese día en que pueda agarrarte de la mano sin tener que esconder tu humillo. ¡Qué poquito me falta Dios mío, que poquito para que vea concedido lo que enseguida te llevaste!
Quiero, quiero ser el mejor de los mejores para y con ella, quiero hacer que su cuerpo tiemble de felicidad y arroparle con mi amor. Quiero que seamos dos en esta vida, y que nunca se me escape una no-consultación ni que se me olvide una fecha, por favor.
La conozco bien, más de lo que pude imaginar en un principio. La conozco bien. Tanto como para saber que es con ella con quien quiero compartir lo que me quede de días, tanto como para saber que no le fallaré aunque sea ella quien me lo pida. Y pasar todo mi tiempo con ella, y escribir de las páginas la de más arriba y dejar una historia grabada que no haya quien la escriba.
Quiero, quiero vivir la vida, y pasear con ella por el parque, el que Usted me diga, y acercar mi cabeza a su engendro y sentir que compartimos nuestras vidas, y hacerle abuelo... porque detrás de esta hay otra vida.
Quiero, quiero ser el padre que por infortunio no tuvo de sus hijos, quiero ser el padre que si tengo pero que por desventura no supo serlo, y aunque los querré con toda mi alma pongo hoy la mano en el fuego que no los cambio, a sus nietos, por quien me da vida y fuerza para seguir viviendo.
Sabe, igual que yo sabe, que no me faltaron nunca ganas de conocerlo allá, en su firmamento, sabe igual que yo que mis palabras no se las lleva el viento. También sabe por qué me contengo...
Me estoy aficionando a escribirle y a molestarle, y por ello pongo mil perdones en el cielo, pero me aferro a Usted como un clavo ardiendo porque no quisiera jamás perderle el respeto. Qué quizás lo estoy haciendo, no lo sé, pero si es así, créame que lo siento.
Sabe, o pienso yo que debe de saberlo que es ella a quien únicamente amo, que como aquí se dice es la niña de mi corazón, la niña de mis ojos pero que hago, que hago si tanto la quiero.
A veces lloro, a veces berreo, a veces la pago con mi mama que junto a ella es por lo que muero.
Pendo de una cuerriecilla. Por favor no se quite de abajo que sé que si resbalara Usted me levantaría. Aunque piso con pies de plomo, y le juro que no es por miedo, sino porque sé la que quiero y sé lo que quiero de ella. Sí Señor, no se me equivoca. La quiero, la quiero y la quiero y la quiero, y mientras más lo hago más me enamoro de ella, porque la amo.
Y es que estoy cansado en este juego como en que hoy, muy de vez en cuando gano, pero que muy de cuando en cuando. Pero hoy, con el paso del tiempo ya no me preocupa cuando la beso o si no podré hacerlo. Como le dije en mis anteriores palabras por supuesto que no se me pasa por la cabeza siquiera reemplazarle, entre otras cosas porque sé que es imposible que no impensable. Y que se vaya de mi vera para siempre si le miento. De verdad se lo digo. Ya se me pasaron esos juegos por de más niños. Tan sólo busco amarla hasta más allá de la eternidad si existiera, y si no, hasta donde estén establecidos esos límites que personalmente desconozco. Sólo es eso. Sólo es quererla más que a nuestros propios hijos y si le faltara algo a mi lado, que por favor se me cayeran las manos.
Lejos, mucho más lejos mi intención que de insultarla, es una persona influja que es mi principal obstáculo, mas sigo luchando contra todo, contra todos exceptuándolo a Usted pues aunque pudiera ser que me equivoque, no le conozco muy a mi pesar.
Sí Señor, Muy Señor Mío. Sabe que estando a su lado no me importaría vivir debajo de un puente, y si no lo hiciera es por no tenerla allí a ella. Porque no se lo merece, ni eso ni nada que no sea tratarla como se trata a una señora dama. Es tan encantadora y bonita, tan sensual y vale tanto que no comprendo como puedo estar penando.
Para mí, es como eso que te gusta muchísimo pero que no puedes alcanzar, porque es mucho para ti, y aunque reconozco que es mucho para mí, yo lucho y lloro como un niño por poder darle todo lo que llevo dentro. Sólo son dos cosas, para mí muy preciadas como mi alma y mi corazón.
Me resulta tal vez extraño hablar con Usted de este tema de a continuación; y quizás que no le tengo delante y me sirvo de mis letras le diré, aunque a buen recaudo ya lo sabe, que no es un capricho para mí, que no es ninguna obsesión. No quiero acostarme con ella, tanto que si por circunstancias no pudiera hacerlo en toda una vida no lo haría, pero si quiero estar con ella.
Ya le digo. Es quien únicamente existe para mí.
A veces pienso que fui yo quien la enamoró, pero lo hice porque sabía que mi victoria no iba a ser cualquier cosa. Como padre, tendrá un amor diferente con ella, lógicamente, y yo como pareja, tendría uno desigual al de Usted. Pero como incluso en la amistad, ¿qué diferencia a un amigo de una pareja? El sexo, simplemente algo tan frío como eso. Yo no lo quiero. Quiero su amistad, su cariño, su amor, aunque después esto conlleve a aquello pero le repito y ya para terminar me sincero... Sabe tanto como ella, tanto como yo, que me muero por ella, que la quiero...
...Como un domingo cualquiera en el que el trabajo permite una jornada de reflexión, suena el despertador, ni muy tarde ni muy temprano. El olor a cafelillo comienza a invadir primero la cocina, luego el pasillo, y más tarde el resto de habitaciones, a la par que comienza el chucu chu de la cafetera, como no, a fuego lento.
El sol se abre paso por entre los árboles, y entra lentamente por el cristal de la ventana de la cocina penetrando por completo en mi corazón.
Esta mañana me ha costado muchísimo levantarme. He pasado toda la noche en vela intentando que mis pupilas se adaptasen a su belleza, sin saber si la he conseguido ver entera. Es tan bonita cuando la luz del día refleja en su rostro como cuando baña su linda cara la luna con tan ferviente resplandor. Es igual de maravillosa.
Hierve el cafecillo. Han saltado algunos panecillos del tostador ya olvidados que junto a cuchillo y cuchara, azúcar y mantequilla, los pongo sobre una bandeja que encamino a paso lento hacia la habitación. Obligado alto en el camino. Sin prisa pero sin pausa e de salir al jardín y saludar al sol. Arranco con delicadeza una rosa roja pidiendo perdón a su rosal, y librándola de sus irritantes espinas la coloco entre el desayuno. Ahora si va todo por buen camino.
Con el codo cede el picaporte, y con el hombro la puerta tras la que se esconde la más bonita de las féminas. Ya está apoyada a los pies de mi cama cual humeante locomotora mi bandeja. Corro por no asustarla levemente el cortinaje que ella misma diseñó, y abro el balcón dejando que nos invada tímidamente con su calor mi sol. Con un sutil beso la despierto y observo el brillo de sus ojos. Aprecia mi vulgar detalle y suave su sonrisa me besa precediendo un enorgullecedor te quiero.
No es mi intención, pero le estorban mis juegos que casi le obligan a masticar a destiempo, con lo que me levanto y desaparezco.
Toallas limpias, el gel abierto, el calentador desde el primer momento atento. Y es que debía despistarla para que me dejara recoger el servicio del desayuno...
Y aprender de ella aquellas cosas que de chiquillos las cambiaba por jugar al fútbol en la calle. Que sea ella quien me enseñe a harinar el pescado o quien me mande a comprar el detergente de la lavadora. ¿Qué me haría más ilusión que fuese ella quien me riñera por no recoger la ropa?
Y tener que esforzarme cada día por no caer en monotonía, y hoy nos quedamos y hoy salimos, y hoy almorzamos con tu madre y mañana... mañana tiene turno en el hospital...
Y me dice que no sabe lo que me ha dado, y me pregunta que en qué me he fijado en ella, y no tengo respuestas Señor Mío, no las tengo.
Tan sólo sé que me he enamorado de ella, y que con todo lo que me ha hecho sufrir no pasa un día sin que la recuerde, sin que la quiera cada día un poquito más.
Y dirá que por qué le cuento a Usted todo esto. Pues no lo sé. Quizás necesite desahogarme con alguien y a Usted no le tengo delante, o tal vez, ya le digo, tal vez me he aficionado a molestarle. Tan sólo le pido que me ayude Señor, de corazón se lo pido...
Abusando de su generosidad también y por último pedirle que desde allí donde se encuentre por favor cuide de su familia y de su hija. Si pudiera ayudarle en algo le pido que me lo haga saber.
Sin más, sólo mostrarle mi más sinceras disculpas y gratitud.
                                                                  
                                                                                   Un abrazo y un saludo...

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